Insinuación
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Hace unas semanas fui a un bar cerca a la plaza de Cusco, pensé ir con unos amigos pero cancelaron a ultima hora, no quería quedarme con la avidez así que acudí sólo, pensé sentarme en la barra y tomar un trago, solo para sacarme la espina,
la verdad esperaba encontrarme con alguien conocido en el lugar, pero después de media hora sin resultados intuí que no tendría suerte y opte por pedir el último "Mojito" antes de irme a dormir.
Fue en ese instante que sentí un dedo delicado martillando repetidas veces mi hombro; gire la cabeza y ahí estaba ella (digámosle F), descaradamente guapa, mostrándome su sonrisa mas espontanea y diciendo mi nombre con un todo de entusiasmo "Hey, Jóse, a los años, ¿Cómo estás?".
Antes de que pudiera siquiera responderle, ella ya me estaba dando un beso ligeramente pronunciado en la mejilla. Fue un beso de dos segundos (una duración inusual para un inocente beso de saludo). Pero, bueno, no me lo tome a mal, total- pensé -los reencuentros suelen venir acompañados de ese tipo de manifestaciones excesivas.
A F no la veía hace, por lo menos, 3 años. La ultima vez había sido en su fiesta de despedida, pues se fué a un crucero a trabajar por un largo tiempo. En esa ocasión asistí junto a su ex enamorado, mi amigo, a quien hacia muy poco ella había terminado después de dos años juntos, en aquella ocasión el estaba deprimido, muy dolido y resentido; apenas la vio entrar tembló de la impresión y me dijo en voz baja "Ta mare, ahí vino la perra", bueno al ser su fiesta de despedida, no se a quien esperaba.
Para mi estaba claro que F no era ninguna perra, pero mi amigo se sentía en todo su derecho de reaccionar con dureza, cuando uno tiene el corazón hecho un anticucho dice estupideces y en lo que menos piensa es en usar los adjetivos correctos.
Confieso que F siempre me había llamado la atención; además de linda era una chica muy divertida y normalmente coincidíamos cuando hablamos de discos, libros y películas.
Cuando ella estaba con mi amigo, yo nunca la mire con intenciones inapropiadas; o, para ser franco, me escudaba ese refrán que dice "la flaca de mi amigo es hombre".
Pero de que me gustaba, me gustaba; por eso cuando la encontré en el bar, en vez de alegrarme, palidecí, porque tuve la inconfundible sospecha de estar metiéndome en un aprieto. Varios minutos después, cuando me percate de su proximidad, de sus giros coquetos y de su despachada buena honda conmigo, algo en mi cabeza se retorció. "Es la ex novia de mi amigo, es la ex novia de mi amigo", me repetí en silencio.
"Me encantas, siempre me has encantado", me dijo de pronto F, acercándose todavía mas y debilitando el invisible campo magnético que yo había levantado a mi alrededor para no caer en la tentación. Mi sabia y madura respuesta a sus inapelables palabras fue: "Un toque, voy al baño".
Pensé en huir de bar, pero en realidad me urgía ir al baño y, además, no había pagado la cuenta y no quería endosársela tan conchudamente. Una vez en el baño, mirándome al espejo, empecé a interpelarme y a interpretar, alternadamente, al ángel y al demonio que conviven en mi.
- ¿Pero que estas pensando hacer? vas a fregarlo todo, solo por un agarre, piensa en tu pata -me reté, haciendo gala de mi persuasivo discurso samaritano.
- Un momentito, ¿acaso tu estas propiciando todo eso? ¡es ella la que te quiere dar vuelta! (no literal) así que déjate de mariconadas, lávate la cara y ¡aprovecha! - Argumentó sólidamente, el Jóse en versión demonio.- Pero, ¿y la lealtad?¿no se suponía que con las ex de tus amigos no debes meterte, que son mujeres prohibidas? -contraatacó mi Yo angelical, pudoroso, dispuesto a dar batalla.
- ¿Lealtad? ¡Lealtad mis pelotas! Las personas no son propiedad de nadie, Una vez que las relaciones concluyen, las dos personas vuelven a ser completamente libres -Pregonó acertadísimo, el diablo que me habita.
Luego de tan intenso combate salí del baño sin saber que hacer, pensé en neutralizar mis deseos, reprimiendo mis hormonas y haciendo acopio a todas mis fuerza mentales, pero cuando llegue a la barra, ella se había quitado el abrigo y exhibía impúdicamente un escote muy poco colaborador.
"¿En serio te encanto?", le pregunté, imprudente, ya resignado a sufrir los estragos de la montaña rusa en la que me estaba subiendo. Ella me sonrió y se acercó a dos milímetros de mi rostro, la vi cerrar los ojos y entreabrir los labios.
Continuara...