La Casa Embrujada
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por Jose Carlos 0 comentarios
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- Bueno dejémoslo a la suerte, ¿piedra papel o tijera? -propuso Raúl impaciente- Mejor Piedra, Papel, Tijera, Lagarto y Spock -Replicó Pavel- Tranquilo pues "Sheldon", a parte de gil eres friki, por eso no tienes amigos -zahirió Raúl -ya calla tarado juguemos de una vez.
luego de una serie de desafíos ludópatas quien salió perdiendo fui yo, es decir yo tenia que hablar con las tres lindas chicas de junto e intentar traerlas a nuestra mesa, si, esa mesa repulsiva que rápidamente y como se pudo limpiamos presurosos.
definitivamente nunca he sido bueno para hablar con chicas, mucho menos para abordarlas, solo me acerque a una mesa de desconocidas por única vez en una fiesta de la Red IQ, recuerdo que celebrábamos lo exitoso que había salido un evento sobre cambio climático; dicha celebración fue en el "Inkaria", todo era risas jugando a "Verdad o Reto", en una de esas opte por "Reto" -Ve a la mesa de junto, aquella donde hay un grupo de chicas y sácale el numero a la de rojo- decretó Sandrita -¿Es en serio? - Reclame preocupado- claro que es en serio, recuerda que si no realizas el Reto el castigo es tomar un vaso "cepillado" de Inkaria.En esta ocasión, tenia que ir, no por un castigo, si no para demostrar lo "avezado" y gallardo que podía llegar a ser; me acerque, esta vez con mayor seguridad que esa vez en el Inkaria- Hola chicas, ¿no son de por aca no? -pregunté ávido- Hola, que bueno que llegaste, nos traes unos "Mojitos" por favor.
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Sentí que la chica me miraba de reojo y me encandilé. Estuve a punto de decirle algo, cualquier mediocre frase de abordaje, pero justo en ese segundo apareció una de las dependientas con mi orden pantagruélica; 3 hamburguesas enormes cubiertas por una lonja rojiza de tacu tacu, mucha cebolla y un huevo cuya yema, amarilla y viscosa chorreaba por todos lados, era un show grasiento descomunal. La chica observo mi pedido y, sin disimular su expresión de asco, volteó raudamente.
Al acercarme a nuestra mesa noté que Pavel y Raul ya andaban con la cháchara de siempre, "oe huevon viste esa flaquita de allá", "Te apuesto que no te atreves a beber eso", etc
-Oye huevón que es de tu flaca -le preguntaba curioso Raul- Esta bien, pero conocí a una flaquita en la oficina ni te imaginas, tiene unas curvas y una carita de ángel -alardeó Pavel- Ya tarado pero no saques los pies del plato pues, primero piensa- traté de sosegarlo- Tranquilo, este pechito es fiel, fiel al castigo- se justificó- Nada huevón tu eres "agradecido"- arremetió Raul- Haber cómo así- demandó una explicación- Por si no sabes los feos no son fieles, son "agradecidos", se aferran a lo que tienen jajaja- planteó su teoría Raul- calla sonso para tal caso tu también eres agradecido jajaja.
En ese momento aparecieron tres muchachas simpáticas, una resaltaba mas que las demás, era el clon de Pocahontas; morenita, pelo largo, ojazos, cintura fina, botas sin taco. Las tres se instalaron convenientemente en la mesa continua a la nuestra.
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- No la hago, en serio, tengo cosas que hacer en casa y luego estaré "out", asi que descansare viendo Netflix o algo, y mañana quedé en verme con un amigo que no veo hace mucho tiempo, mejor lo dejamos para otro "finde".
No sé qué decir, mejor dicho, sí sé que decir. Sé perfectamente lo que debería decir. Debería decir "Claro, total, no somos enamorados, no nos debemos exclusividad, eres libre de salir con quien quieras".
Debería responder algo como eso para quedar como el rey de la tolerancia y el relajo. Sin embargo, las verdaderas frases que quisiera disparar, las que tengo que reprimir, las que se quedan dando vueltas en mi cabeza como furiosos cuyes de tómbola, son: "Claro, primero salimos, me entusiasmo contigo y a las dos semanas me cambias por otro"; "por que no dejas el cinismo de lado y me dices que ya fue"; o "si sales con otro, olvídate de mi".
Cualquiera de esas frases se ajustaría más a lo que en realidad estoy pensando. Sin embargo, haciendo de tripas corazón, no digo nada y recurro a un perfecto clisé para salir del apuro:
-Supongo que no me molesta; sal con él, normal.
¿Normal? ni yo me la creo. Siento como si estuviéramos en un avión y ella me estuviera pidiendo autorización para saltar con paracaídas por la escotilla. Si salta es por que no quiere estar aquí conmigo, por que el vuelo no la entretiene más, o por que le interesa probar la fastuosidad de otras aerolíneas, Nah, ya estoy viejo para destruirme el cerebro con encrucijadas absurdas y paltas adolescentes; si Romina quiere salir con otro, que salga, ya está, tanta vaina.
-Es un pata de la universidad, un pata bien buena onda. No pasa nada, por si acaso, pero desde hace tiempo me dice para hacer algo, y ya me da roche decirle que no. Me ha dicho para ir a un concierto, por que un primo suyo toca en un grupo de rock.
-Hey, no tienes que darme explicaciones- le respondí con un gesto de calculada autosuficiencia.
-Ya sé, pero igual quiero contarte.
En el fondo me gusta que me de explicaciones, siento que se esta disculpando de antemano. Pero no soy tan optimista, algo me dice que no me esta contando toda la verdad, que esta tratando de menospreciar la situación para que yo no me vea más tonto de lo que ya me veo. Ese cuento del amigo "buena gente" con el que "no pasa absolutamente nada" no convence a nadie. No creo que Romina esté "haciéndole" un favor a ese paparulo que tanto la persigue. Creo que en el fondo esta feliz de haber recibido esa invitación y que tiene muchas ganas de escuchar mucho rock con ese tipo. Lo sospeche desde un principio.
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Llevo todo el día esperado que Romina se manifieste, le escribí un mensajes al celular invitándola a salir el fin de semana. No se ha dignado siquiera a pronunciarse. Ni una llamada, ni un correo, ni un condenado mensaje de texto. A esta hora quisiera estar en mi casa acicalándome y preparando todo para nuestra apoteósica cita, pero estoy dando vueltas como un cuy alrededor del ovalo Pachacuteq. No sé cómo matar el tiempo a la espera de que me llame al celular, no se si refugiarme en el cine, o si comprar chucherías en el mall o si meterme a puntas de pie a la iglesia de la plaza Tupac Amaru a echarme un par de veloces avemarías a ver si se manifiesta de una vez por todas.
Si ella no ha querido llamarme, no importa lo haré yo. Es más, ahora que lo pienso, tal vez sea eso lo que ella está esperando: que tome la iniciativa. Cómo no me di cuenta antes, que tonto soy, todo este tiempo permaneció callada, esperando que yo la llame formalizando la invitación.
Pero, ¿si en verdad esta evitándome?, un silencio prolongado es la estrategia que usan las mujeres para alejarse de alguien. si la llamo en este momento puedo estar hostigándola, como un acosador que no entiende indirectas. Quizás sólo debo enviarle un mensaje sutil, un mensaje sincero pero que no solicite respuesta inmediata:
- Me volví un adicto en hacerte compañía, no se estar sin tus besos de soplillo, sin la falta de tornillo que tú me has hecho perder, no se estar sin las yemas de mis dedos esculpidas en tu piel, quiero pisarte los pasos, besarte los besos.
Entro a mi casa vacía y veo a Pulgas, que ha estado sólo toda la tarde, me recibe agitando velozmente ese penacho que lleva por cola. Me agacho para acariciarlo y, pronto, movido por no sé qué inspiración canina, me pongo a hablarle, a contarle lo frustrado que me siento. Debo sentirme muy sólo para dirigirle la palabra a un pequinés impostor y tratarlo como antes lo hacia con mi psicólogo.
Si Pulgas fuera un Labrador o un Pastor Alemán, en fin, la escena sería algo más poética: un chico apenado compartiendo sus penas con su perro brioso. Pero teniendo como interlocutor a este animal enano y de raza mezclada, la escena es más bien patética.
Le hablo a Pulgas de lo ingratas que son las mujeres y repaso mi mano sobre su lomo mientras le aconsejo que se cuide de las hembras, porque son peligrosas. La pequeña bestia, desde luego, ni se inmuta. En lo más profundo de sus melancólicos ojos negros solo parece haber lugar para una frase lapidaria: "Tengo hambre, carajo".
Me gusta estar aquí, conversando con mi perro sobre la existencia y el desamor humano. Pensar que hace unas semanas nos portamos como enconados rivales, pues Romina nos convirtió en pasajeros enemigos. Hoy, por ironía, la misma mujer ha provocado con sus desaires que el animal y yo hagamos las paces.
Pronto llega un mensaje de Romina: -"Te puedo llamar?"
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