La Casa Embrujada
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- Jajaja no le hagas caso a Lucia, no, no somos de por acá, estamos de vacaciones -mencionó diligentemente Claudia, el clon de Pocahontas, mi cara de angustia se deshizo apenas sus ojos me recibieron- Bueno mis amigos y yo, podemos ofrecerles un tour guiado por los mejores bares de la ciudad -mencioné perspicaz- ¿Son los de aquella mesa? -Preguntó Kely, la tercera amiga. Al voltear, la percepción de Raúl y Pavel no eran de las mejores, ambos tenían una gran sonrisa en la cara, como cuando un niño espera con angurria el helado de chocolate que le vienen preparando, o cuando eras cachimbo y esperas ansioso los resultados de un examen que sabes que diste bien; miraban lujuriosos; se levantaron y raudamente se acercaron.
- Nos contaron de una casa embrujada en Cusco, ¿la conocen?. -preguntó Lucia; por supuesto que la conocíamos, la famosa "Casa Embrujada de Saphy" y también conocíamos las historias por la cual tiene tan merecido nombre- Nos gustaría ir a ese lugar, que dicen.
- ¡Claro que si, vamos! -respondieron en unísono Pavel y Raúl.
- Sabias que te pareces a...
- Ay no... ¿a Pocahontas? -me interrumpió ella, con voz de flojera.
- Si, ¿por?...
- Que poco ocurrente, todos los chicos dicen lo mismo.
Sus palabras fueron un doloroso puñal desollando el centro de mi ego. Hubiera preferido que me mentara la madre tres veces antes de decirme "poco ocurrente". Para alguien como yo, que tiene un cierto aprecio por las infrecuentes ocurrencias que desperdiga, esa frase, mas que un insulto, era todo un epitafio. "Aquí yace el poco ocurrente de...". Rayos, si hasta podía ver la inscripción en la lapida.
- ¡Bien llegamos! -el grito anunciante de Raúl me distrajo de mi mortuoria visión.
Mi pasatiempo masoquista favorito, era ver películas de terror basadas en hechos reales o documentales sobre sucesos paranormales, de inmediato recordé el documental sobre la casa embrujada de Saphy que vi hace unos años, ahora la ficción podría transformarse en realidad.
la residencia estaba en abandono, no recuerdo cual de nosotros sugirió explorarla, pero si recuerdo que nadie objetó tan temeraria iniciativa, ingresamos sorteando un muro lateral que tenia un cerco hecho de pedazos de vidrio y mientras avanzábamos por ese lúgubre reino de habitaciones llenos de polvo y pasillos llenos de cadáveres de insectos le relate a la comitiva la horrenda historia de la casa embrujada, sus rostros de espanto eran un deleite, de pronto una puerta rechinó con violencia- ¡quien anda ahí carajo! -se oyó; la voz furiosa se materializó de inmediato en la figura jorobada de un hombre de barba negra y sombrero de capataz, el sujeto nos embistió con una mirada furiosa, uno de mis amigos logro escapar pero los demás nos quedamos ahí cautivos en un hediondo almacén victimas de lloriqueos y taquicardias; dos horas después logramos salir luego de los insultos y advertencias del guardián que, luego de amenazas, nos echó de dicho recinto.
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