lunes, 27 de mayo de 2019

Claudia

-Estoy tomándome un trago con Claudia, ¿te apuntas?- me escribió Natalia el viernes.
Días antes me había hablado de ella, promocionándola como una chica lozana, super divertida y muy agradable. -Deja de ser un hongo- me animó a salir con ella.
Les día el encuentro en el Rock House, cerca de la medianoche. Natalia me saludó con una sonrisa cómplice. Claudia parecía estar sobre aviso por su forma tan coqueta de hablar conmigo. Era como si ambas estuvieran tomándome el pelo. luego de un rato Natalia se disculpó para ir al baño -yo te acompaño- dijo Claudia revelando, una vez más, el aforismo de que las mujeres siempre van de a dos al sanitario.
pasado un rato las vi platicando en la barra, entonces intenté leerles los labios.
- Frlbmeme- leí
- Haa, Dafne, prolesga- leí la respuesta sonriente de Claudia.
Tenía que concentrarme más.
Leí los labios de Natalia:
- Los ginecólogos bailan sorbete.
- Y los urólogos torniquete- replicó Claudia.
Tenía que concentrarme mucho más.
- Me encanta sus berlina- dijo Claudia.
Eso o bien "me gusta su minina"
- Su minina también tiene estéreo digital.- Respondió Natalia.

- ¡Maldición!- grité, la maldita lectura de labios definitivamente no era lo mío.

Claudia se acercó y preguntó si bailaba -Claro, por lo menos lo intento- respondí de inmediato.
y así pasamos la noche, conversando y bailando; pronto descubrí que no teníamos mucho en común, le gustaba Maná, Ricardo Arjona; y un proclive a conversaciones superfluas "tienes gato", "Me gustan los gatos", "el pelo de gato no me hace daño", "los amantes de los perros inventaron eso", "quiero otro gato". por supuesto que me gustan los gatos, pero no estoy obsesionado con ellos; sin embargo sólo le seguí la corriente, por momentos se producían silencios incomodos para dar paso a un intermedio compuesto de fragmentos inconexos, de retazos de nosotros mismos que por más que nos esforzábamos, no congeniaban, de escenas sin sentido en las que pareciera que no pasa nada; pronto nos dimos cuenta que estábamos perdiendo el tiempo, así que decidimos irnos y la noche se acabó. 

Al día siguiente desperté cavilando sobre lo sucedido, tal vez yo era el problema, Claudia era linda, pero yo no estaba dispuesto a intentarlo de verdad, tal vez en ves de ver sus virtudes me empeñaba en ver defectos, defectos que tal vez no eran significativos, las vicisitudes de salir con alguien con historias sin punto final; en ese momento Natalia me llamó:
-Hola Natalia, que tal.
-No puedo creerlo.-me reclamó-. Esperaba más de ti.
-¿Qué es lo que no puedes creer?
-Que estuvieras tras mi amiga en mi cara.
-¡Pero pensé que esa era la idea!
-Eres un idiota.

Corríjanme si hice algo mal porque no logro entender cuál fue mi error. He llegado a la conclusión de que, con Natalia, siempre me toca perder.

viernes, 3 de mayo de 2019

Nuevos Amigos

"Nos vamos al Norton, ¿te apuntas?", fueron las palabras de Henry, amigo bohemio que se ha empecinado en sacarme de mis días de ermitaño; yo, por supuesto, acepto, aunque no conozco a ningún integrante de su "mancha", asumo que son como él, amigables, beodos, graciosos.

Entramos al bar, nos acomodamos convenientemente cerca a la barra, luego paso un rato oteando el panorama, fingiendo interés por el coloquio futbolero que se ha armado: "Te aseguro que era penal", "Estas loco, ese huevón se tiro y ya", "se perdió muchos goles". Henry se ausenta por unos minutos, así que voy a la barra a comprar un trago, me asalta el presentimiento de que la mirada de alguien se ha posado irreductiblemente sobre mi; guiado por la intuición, levanto la cabeza y, efectivamente, detecto un par de ojos marrones que, desde una cara muy bonita, me miran con angelical e inesperada cordialidad; como una invitación a acercarme.
Dudo por un segundo y volteo a todos lados, no cabe duda esa mirada tiene un solo destinatario, soy yo. Los amigos de Henry se dan cuenta, y me persuaden "sutilmente", con mucha sapiencia: "Anda pues no seas maricón, sácale a bailar".

Impulsado por esa mirada y por el empujón de mis "nuevos" amigos bohemios, voy a su encuentro; se llama Fátima, increíblemente sabe algunas cosas de mi y, por si fuera poco, comenta, con no poca minuciosidad detalles y experiencias que me sucedieron hace mucho tiempo. 
Aún algo confundido, pero en vista de que la charla discurre naturalmente, decido sacarla a bailar; una vez en la pista, rápidamente queda en evidencia que ella baila mucho mejor que yo, mientras ella despliega todo un talentoso repertorio de coreografías, yo lo único que hago es sacudir flojamente la cadera y recurrir al mismo pasito "de un lado a otro" de toda la vida. Ella parece Beyoncé y yo uno de los Shapis.

A cada minuto que pasa encuentro que Fátima es, además de bonita, graciosa y divertida, una chica a la que valdría la pena seguir conociendo, pienso en eso y siento que seria un reverendo tarugo si no pacto alguna cita para otro día.
Llegado el momento de despedirme, le pido su número de celular y ella me lo dá, "Espero que me llames" dice sonriendo y luego se retira.
Regreso con la collera de Henry, y noto que todos miran con chanza, hablando entre ellos, riendo de vez en cuando; Henry se para algo incómodo, me observa seriamente y dice: "¿Qué tanto hablabas con mi hermana?".

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