viernes, 3 de mayo de 2019

Nuevos Amigos

"Nos vamos al Norton, ¿te apuntas?", fueron las palabras de Henry, amigo bohemio que se ha empecinado en sacarme de mis días de ermitaño; yo, por supuesto, acepto, aunque no conozco a ningún integrante de su "mancha", asumo que son como él, amigables, beodos, graciosos.

Entramos al bar, nos acomodamos convenientemente cerca a la barra, luego paso un rato oteando el panorama, fingiendo interés por el coloquio futbolero que se ha armado: "Te aseguro que era penal", "Estas loco, ese huevón se tiro y ya", "se perdió muchos goles". Henry se ausenta por unos minutos, así que voy a la barra a comprar un trago, me asalta el presentimiento de que la mirada de alguien se ha posado irreductiblemente sobre mi; guiado por la intuición, levanto la cabeza y, efectivamente, detecto un par de ojos marrones que, desde una cara muy bonita, me miran con angelical e inesperada cordialidad; como una invitación a acercarme.
Dudo por un segundo y volteo a todos lados, no cabe duda esa mirada tiene un solo destinatario, soy yo. Los amigos de Henry se dan cuenta, y me persuaden "sutilmente", con mucha sapiencia: "Anda pues no seas maricón, sácale a bailar".

Impulsado por esa mirada y por el empujón de mis "nuevos" amigos bohemios, voy a su encuentro; se llama Fátima, increíblemente sabe algunas cosas de mi y, por si fuera poco, comenta, con no poca minuciosidad detalles y experiencias que me sucedieron hace mucho tiempo. 
Aún algo confundido, pero en vista de que la charla discurre naturalmente, decido sacarla a bailar; una vez en la pista, rápidamente queda en evidencia que ella baila mucho mejor que yo, mientras ella despliega todo un talentoso repertorio de coreografías, yo lo único que hago es sacudir flojamente la cadera y recurrir al mismo pasito "de un lado a otro" de toda la vida. Ella parece Beyoncé y yo uno de los Shapis.

A cada minuto que pasa encuentro que Fátima es, además de bonita, graciosa y divertida, una chica a la que valdría la pena seguir conociendo, pienso en eso y siento que seria un reverendo tarugo si no pacto alguna cita para otro día.
Llegado el momento de despedirme, le pido su número de celular y ella me lo dá, "Espero que me llames" dice sonriendo y luego se retira.
Regreso con la collera de Henry, y noto que todos miran con chanza, hablando entre ellos, riendo de vez en cuando; Henry se para algo incómodo, me observa seriamente y dice: "¿Qué tanto hablabas con mi hermana?".

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